En el asilo del desconcierto que me produce el no poder entender la mayoría de las cosas, me dispongo a hacer una pausa, un poco más de tiempo para pensar en esto. Un recreo a la inmediatez que cada día se come mis días y el de tantos otros. No tengo un fin necesario, ni un objetivo real, solo la imperante necesidad de un segundo en el tiempo del mundo para mirar fijamente y detener el vértigo obligado de todo cuán voraz es este mismo instante. Ha pasado ya por mis ojos, tanto que no he sido capaz de ver, que temo haberme perdido más de lo que aprendí, de lo que adquirí y de lo que me sensibilizará para el resto.
La carrera es insostenible, demasiada precariedad para que resulte en algo o, mejor dicho, para que se llegue por fin a alguna parte. Vivimos saltando al vacío como si eso fuese acaso un objetivo. Nada se sostiene porque nada cuenta, la iniciativa es el soplo con el que dispersamos cada instante. Nada podrá ser ni antes ni después, pero si no hacemos una pequeña pausa se quedarán en la indiferencia las verdaderas cosas, el instante de un beso, la caricia trémula, la palabra que concreta la acción y la reproduce.
La veloz sucesión de acertijos sabe a la capacidad de inventarnos máscaras, imposturas, disfraces y frases disgregadas. Nada es relevante ya que no hay nada que relevar, no hay misterios, ni antecedentes, ni sabios, ni viejos, ya no hay viejos… y si los hay a quién le importa?. No hay tiempo, la juventud es tan eficiente que a bajo costo podrá mantenerse por siempre sumida a un espejo en el que el tiempo no transcurre. No hay nada para balancear, ningún equilibrio, solo ser lo suficientemente veloz para que la inercia y el dejarse llevar hagan lo propio. Solo correr tras posesiones que nos distinguirán del resto que se nos parecerán tanto que no sabremos quiénes seremos por lo que poseamos. Somos un enjambre de seres que oleamos en el transcurso de la historia tras un líder que en realidad no sabe dónde ir, dibujamos sombras en el cielo de un universo que no nos atiende y al que de seguro sacrificaremos. Es visiblemente pintoresco pero profundamente insustancial.
Las mil respuestas a las que he llegado no coinciden con las mil preguntas que me indujeron. Me estremece pensar en todo lo que ha sucedido mientras me detuve a esto, a preguntarme. Me adjunto al coraje de quedarme aquí raso, llano, quieto. Me atreveré a lo que pocos, tan pocos que no me alcanza la vista para ubicar al siguiente. Me atreveré a detenerme para contemplar el desconcierto. Primare lo que quiero a lo que debo. Me sostendré aún a costa de todas las desaprobaciones. Probablemente te encuentre y hasta pueda elegirte, y hasta puedas elegirme. Sino, qué mas puedo perderme?, si ya estoy despojado hasta de las inquietudes.
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