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Mostrando entradas de noviembre, 2008

Nada mil veces

  Recién renacido esa noche clara y sin dobleces, sin esquinas acechantes ni prisas aparentes. Algún tiempo atrás del tiempo de vivir a toda costa, la muerte de un amor mortal me había arrastrado consigo. Arrasándome. Destrozándome. Primero la voz, luego los pensamientos vagos, mas tarde el cuerpo de mi alma de mi cuerpo. Blandido en el mudo oficio de permanecer de ningún modo. Partido de todos los lugares. Partido. Desmembrado. Inútil. Partido. Retuve, una marcada visión y un robusto celo al desconocimiento más brutal. Transcurrido pero sin tiempo amanecí detrás del polvo de mi hoguera vana y de las cenizas de un entusiasmo devastado. Mis labios, cálidos. Mis manos, vacilantes. La luz pendiendo de una amarillenta osadía. Recién renacido sin darme cuenta y marchando detrás de unos pasos arrogantes, de una elegancia impúdica, de unas caderas promisorias, de un vaivén de la muerte a la vida misma a la vida. Recién renacido unos

La manta verde

  Entre las casas del pueblo hay una cama con manta verde y en esa cama una mujer anciana y negada muere por temor al ridículo. No ha podido contenerse y el calor húmedo ha mojado sus trapos evidenciando su cuerpo irreverente. Sus hijos están en la sala disputando un turnero de involuntarios sacrificios. Ninguno sabe que ella ha decidido no necesitarlos pero un hedor a orina rancia viene a darles el mensaje. Se escuchan protestas. Se abre la puerta del cuarto en el que el aire se ha quedado intacto. Se escucha un suspiro. Estalla un llanto. Pero la nada ha presentado su impronta implacable. Uno de ellos sale al patio y quema el almanaque con un fósforo encendido que arranca de su bolsillo. La mujer ha muerto por fin y desde hace tiempo.  

A penas

  Atestado de encontrados sentimientos en un callejón sin reservas ni obligaciones me desprendo de un atavismo cíclico y me vuelvo cada vez más torpe. Recurro a un dolor precursor, presumido. Y difiero con senso consensuado entre las pardas espaldas de mis antepasados que pasan ante mí. Reconozco una mueca en la rueca del desatino y me desangro en andas de una procesión que cede y cesa. Más tarde el sol se pone su rojo manto y se hunde en las lágrimas marrones de mi río. Existe una forma de saber a fango de la espesura del comienzo la locura que apena apenas mis palabras.  

Amanecido

  Avancé hacia el poniente despojado de todo cuanto amara. Y ya sobre la noche de mis sombras y ya sin sueño y sin anhelos, un amanecer se ha antojado de calcinar mis ojos. Devoré una protesta a flor de labios. Maldije lo imprevisible y mis torpezas. Pensé en quemar mi cuerpo con el fuego de los ojos inservibles e inútiles, ya vacíos cuencos. Involuntaria y abatida la mente fue derrocada por los sentidos sin guía. La memoria se hundió en un pantano viscoso, hediondo, amargo y mudo. Un cuerpo más allá de mi cuerpo se adentró en el día.  

Refugio

Ilustrador: Carlos Ramón      Mis manos conocen modelar el puro barro que imita las formas del inicio mismo de la raza que la espanta y mata del sino del olvido mentiroso del vasto deseo en ciernes de la vida a ultranza del caluroso sudor de su roce hueco mi mansedumbre y mi refugio.   

Cuarenta y dos

Evidentemente mi poeta es un boicoteador que no se lleva bien con la alegría que me regalaron los que hoy me están queriendo en la exacta medida que me dejo querer. Sé que debo más inspiración pero alguien inmensamente mayor a mi ha escrito y cantado esta muy acertada canción, que se adecúa como ninguna a este día de mi cumpleaños cuarenta y dos. Que la disfruten los que pasen por aquí en estos entonces. Edith Piaf: Non, je ne regrette rien (No, yo no me arrepiento de nada.) No, yo no me arrepiento de nada Ni del bien que me han hecho, ni del mal Todo eso me da lo mismo No, nada de nada No, yo no me arrepiento de nada Está pagado, barrido, olvidado Me da lo mismo el pasado Con mis recuerdos Encendí el fuego Mis tristezas, mis placeres Ya no tengo necesidad de ellos Desechados mis amores con sus temblores barridos para siempre Vuelvo a partir de cero No, nada de nada No, no me arrepiento de nada Ni del bien que me han hecho, ni del mal Todo eso me da lo mis