Recién renacido esa noche clara y sin dobleces, sin esquinas acechantes ni prisas aparentes. Algún tiempo atrás del tiempo de vivir a toda costa, la muerte de un amor mortal me había arrastrado consigo. Arrasándome. Destrozándome. Primero la voz, luego los pensamientos vagos, mas tarde el cuerpo de mi alma de mi cuerpo. Blandido en el mudo oficio de permanecer de ningún modo. Partido de todos los lugares. Partido. Desmembrado. Inútil. Partido. Retuve, una marcada visión y un robusto celo al desconocimiento más brutal. Transcurrido pero sin tiempo amanecí detrás del polvo de mi hoguera vana y de las cenizas de un entusiasmo devastado. Mis labios, cálidos. Mis manos, vacilantes. La luz pendiendo de una amarillenta osadía. Recién renacido sin darme cuenta y marchando detrás de unos pasos arrogantes, de una elegancia impúdica, de unas caderas promisorias, de un vaivén de la muerte a la vida misma a la vida. Recién renacido unos
Habitaré tibiamente tus entrañas para salirme y volverme minúsculo, incompleto, ínfimo. Llenaré de silencio los mares, cruzaré de lado a lado la tierra. Volveré mi vista una y otra vez, para descifrarte y encontrar el canal que me devuelva. Lloraré mis dudas. Me haré más en vientres extraños, para ver el ciclo y elucidarlo. Abdicaré. La tierra me hará suyo, y me abandonará en lágrimas y sudor el agua. El viento me llevará consigo a dispersarme en otros ciclos. El fuego flameará mi olvido. GOC.