Masas de cuerpos estrujados en una marcha manchada de rojo.
Mesas de sepelios de animales cuya carne conforma el banquete.
Misas de guardar para cuando no esté y para los que queden.
Mozas de buen cuerpo en el que el deseo jamás la servirá en el nuestro.
Musas de inspirar el temible deseo de saciar hoy, un mañana sin inspiración.
Masas de agua de llantos que riegan los jardines del sometimiento.
Mesas de leer para dejar claro el propio impedimento, la invalidez.
Misas de culparse por algo que sucedió sin nuestro consentimiento.
Mozas de mentes estrechas y tetas que no piensan pero cuentan.
Musas de no venir cuando necesito mitigar el tormento.
Masas de conquistas leves que miran vidrieras en un rito póstumo.
Mesas de teléfonos que no suenan ni sueñan la espera interminable.
Misas de requiem para aquel que dejo para los demás un pedido de perdón.
Mozas de bares de copas que no borran besos malditos.
Musas de zonas rojas para el placer de tener dinero para el placer.
Matriz medio miserable mostró mucho desamor.
Mujer movilizadora mintió, menos mal.
Marché mesurado, misterioso, motivando muy a mi pesar
ambas ausencias.
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