Trasvasado por la noche, por la lluvia y las palabras, me recupero devuelto a este espacio en el que me reintegraré, aún a costa de nuevas imperfecciones e imprecisiones. Absorto en la danza de las palabras que elucidan dolores, miopías y oscuridades, me sucedió lo de siempre: la desintegración. Esa manía de derramarme mercurial. De mostrarme y demostrarme, cuando la noche se detiene y las mismas palabras se adueñan de todo para transformar la sucesión del tiempo. En el descubierto de mis suposiciones me he dejado llevar por verdades desconsideradas que con descarno se atreven al desafío de nuevas, vagas y prematuras interpretaciones, ¿pero qué más da cuando lo que se concibe es por fin algo en si mismo y a la vez algo en mi mismo que ya no me pertenece, a menos que lo tome para renutrirme?.
Por mucho tiempo me vanaglorió la idea original y la forma de mis concepciones, hasta que logré atender y entender aquello que en verdad sucede en los despojos: Lo que fuere se ha echado a rodar y solo nos queda el antecedente de la puja, de lo visceral.
Aun mi gallardía no asirá los suficientes corajes que catalicen por fin, el real estímulo que disparó el enorme desparpajo, con el que bebí de tu tiempo para contarte mis torpezas disfrazadas por líneas y aguafuertes que, aunque perfectibles, fueron plasmadas por el oficio de un diestro.
Transito con subterfugios por entre muchas vidas, pero cuando quedo al descubierto, se me antoja sobreexponerme. Empujado por el deseo de acometer en aturdimiento o de intimidar con complejidades que disparen rápidamente el descompromiso y así volverme a mis fragilidades. Pero todo es solo un tramo de la espiral.
Curioso es tu juego, cual un cangrejo ermitaño te refugias en la coraza de otros. Al parecer no hay que atender tu frente para lograr salirse de tus encantos y descubrir quien en verdad sos. Pero el juego es harto difícil ya que uno tiende sólo a atender más allá de su coraza porque su condición supone que nos protege de lo externo y no de algo que termina alojándose en uno mismo.
No creas que tu espejo refleja siempre el encantamiento banal de los artificios de las palabras que conoces y te prometo también conocer, allí en la perspectivas que reproduce el espejo hay encuadres en los que también entras y mi atención superlativa me ha permitido ésta noche dejarte curiosear mis cosas porque además y quizás por ello también me puedo inmiscuir en la tuyas.
Tus destrezas son admirables, pero aun más tu lucidez.
Iré a por más… y tiene tanto de promesa como de amenaza.
Alguna vez me atreví a confeccionar analogías sobre lo que el cuerpo de cada uno muestra de uno mismo. Entonces argumentaba que así como la ropa puede copiar e insinuar la morfología de un cuerpo, el cuerpo manifiesta el formato real de lo que contiene.
Estoy exhausto, es tarde y debo cortar esta catarsis, romper el encantamiento que perdura aun cuando ya no estas acá, cerca de mis prudencias.
Ojalá me atreva a entregarte ésto, antes de que pierda la oportunidad de conseguir los suficientes argumentos. Ojalá.
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