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Mostrando entradas de octubre, 2008

Milena

Milena es flaquita y morocha y pequeña como la edad que no llega, como el estomago vacío y chillón y vacío. Milena tiene apenas diez años y le faltan algunos dientes perdidos que a su edad ya no son de leche tibia. Milena se despierta muy tarde para hacer la tarea o para desayunar y antes del colegio quizás pueda almorzar. Milena suele ir a un colegio por la tarde con sus ojeras flacas y no entiende lo que no puede aprender. Milena vuelve a su casa con poca merienda rica y poco juego y espera a su abuelo que anda por ahí. Milena llega a cada noche en la que busca su caja de alfajores y sale a dos por tres, entre las mesas. Milena es pequeña y sabe moverse en la noche y juguetea flaca con guardacoches que la doblan en edad. Milena es flaquita y desdentada y su sonrisa de la noche es oscura como toda la soledad absurda y la impiedad.    

Por si acaso

  Si usted señora acaso se atreva a escucharme, le diría que nada yace bajo el lacio porque no quedaron cabales ni posibles y la salubre ansiedad no es madre de miedos. Si usted misma fuese a tropiezos sobrevolando, la acogería donde no anida el rumor porque he dejado de ser por este cuerpo y amuro en mis pesadillas una rasca de sueño. Si usted también apostara y acertara en rodearme, le entendería lo que bien sepa decir porque a fuerza he escuchado maldades y he aprendido a separar palabras sin sentido. Si usted ahora lanzara fuerte y artero el rayo, le consentiría amaneceres ajustados porque no hay noche de ayer mejor a hoy y sepa señora que ya no persigo vanas victorias. Si usted mañana oyera de mi boca un imposible, no inquiete sus romanceras alarmas porque no suplicaré sus beneficios severos y estaré en la puerta de sus labios por si acaso.  

Toki y la tetona

Hacía unos años que no sabía nada de Gabriel Villar. La última temporada que nos frecuentamos fué hace unos cuatro años. Yo me había mudado a Castelar y nos tocó ser compañeros de trabajo. Gabriel era un grandulote, uno de esos tipos que uno al verlo se da cuenta que con semejante anatomía es normal que se mueva torpemente y que no pueda apretar menos de dos letras al mismo tiempo, en el teclado de la computadora. Era un fanático de las actividades físicas. Participaba en pentatlones y otras competencias en las que pudiera dejar manifiesto de su fortaleza o en cualquier actividad que le permitiera evitar que se zanjaran dudas respecto de su resistencia física. Los sábados era patovica de un boliche de Ramos Mejía y los domingos, seguridad en el estadio del Deportivo Morón, un club del conurbano bonaerense, militante en la categoría B del fútbol nacional. La hinchada era de temer para cualquiera que no planeara morir antes de lo oportuno. Gabriel, o Toki, como lo llamaban, llegaba cad