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Dirigirte la palabra


- El silencio de tu ira me sabe a lo peor que puede pasarnos. Necesito que comprendas, soy un pequeño racimo de desaciertos, pero no me molesta y no quiero sacar carné de certero, mi vocación de errante aplica interés a toda ésta atmósfera de misterios. No es que no pueda entender lo que te molesta, ni lo que en definitiva querés de mi, pasa que no tengo ganas de cambiar. Deberías tomar en cuenta que nunca he prometido adaptarme a nada que no considere desde mi mismo. Puedo llegar a ser tolerante y hasta condescendiente en algunas cosas. Acompañarte en todo lo que quieras, sostenerte, potenciarte y quizás, hasta hacerlo por vos o al menos allanar aquello del camino que logre percibir y comprender. No me gusta que te enojes y te refugies en el silencio, no está bien; lo que calles se transformará indefectiblemente en algo mucho más grande e irremediable. ¿Me estás escuchando?. ¿Te preguntaste acaso qué podría hacer yo si en alguna oportunidad no me reconozco interpretando el rol de éste personaje en el que pretendés convertirme?. ¿Tenés idea de lo que eso significa?. ¡Claro que no!. No haces sino, pensar en tu acertada forma de pensar. Podrías en tu inabarcable concepción de los cambios, cambiar esto, seguro no te costará sino un mínimo esfuerzo. ¿Te preguntaste si en mí no existe el complejo que me movilice la necesidad de agradar a todo el mundo?. Imaginate si fuera esa siquiera una virtud posible, tendría acaso la posibilidad de cambiar los conflictos de nuestra especie. Enterate!, no me importa quién se incomode con mi falta de ubicación, no intento ser oportuno. No creo en las oportunidades, tienen algo de azaroso que no me convence. Ahora bien, volvamos a suponer que puedo finalmente ser alguien oportunamente correcto, ¿quién vendrá a darme la sublime aprobación?. ¿Quién es el infalible que pueda tomarse el atrevimiento de evaluarme?. Nadie. Dicen por ahí: "el ser humano es el único ser que tiene infinidad de soluciones a los problemas de los demás seres humanos", pero nunca las suficientes soluciones para los problemas propios. Lo que es peor, siempre se tienen tantas soluciones que éstas alcanzan aún aquello que no es considerado un problema. A mi por ejemplo, no me parece un problema mi forma de ser. Así soy, quizás poco, quizás mucho, de seguro la percepción y perspectiva de los demás condicionen o magnifiquen mis pocas razones, como con casi todo en la vida. Nada es más importante que lo que a uno le parece importante. Lo demás no cuenta. Es cierto, probablemente esta no sea sino una limitación o una negación o la manifestación más cruel del egoísmo o una proyección, o lo que fuere; entiendo que no gozo siquiera de exclusividad en lo que me conflictúa o me es totalmente indiferente. ¿No vas a hablar?. ¡Mirá que sos terca!. Claro, ¿qué puedo decir que logre hacer que dejes de lado este silencio?. Nada. Cambiá esa cara, cambiala ahora!. Estas irritándome… querés que me enoje?... ¡Bueno, acá tenés!. Estoy enojado y ¿sabés que pienso hacer?. ¡'Callarme!. ¡Eso!. ¡Callarme!. ¿A ver si te gusta?. No pienso hablarte hasta que entiendas, o por fin resuelvas cambiar. ¿Quién te pensás que soy?. De seguro no quién soy en realidad. No me hables!. Hacés bien en estar callada, no pienso dirigirte la palabra… y es lo último que te digo.

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