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Mostrando entradas de septiembre, 2007

Me pregunto

Qué es sino un árbol crecido despojado de su verde follaje o el mensaje en la botella que se estrella en las rocas o el resumen escueto de una historia de años tras años o la sensatez de merecer unas caricias más dedicadas o la madera rota del naufragio, en mares inhóspitos o la estela del viento que concluye con la ilusión o el insomnio mío que nadie puebla con existires o la espesura del placer en las propias manos o la mirada sobre ningún hombro inmediato o el querido amor de quien uno quisiera o la estirpe silenciosa de una condena o el llanto que logra mojar la camisa o la plaza de los anónimos cercanos o la tranquila inquietud actual o la luz seca del desgano o la mar de penas. Qué es la soledad, sino la misma soledad que presagian mis preguntas.

Migajas

Perdido en pensamientos posteriores no logro encontrarme en aquello que anhelaba se me cuela por entre los dedos como arena fina, como soplos de vientos que no secan mis lagrimas, como olvidos de recuerdos que no llegaron a ser, una motivación que no llega a concretarse. Es vago por esto, este despojo que siento solo por un supuesto gozo, una conquista, o el abordaje de una idea que haga de esto una obra contemplable, una referencia para elucidar el motivo que me empuja a este precipicio que se engulle mis impulsos. Mi búsqueda es frenética, los ruidos que distorsionan mi conciencia me mutilan, y en el intento de vivir esto como una concepción, me pierdo en pieles de calor relativo, de olores presuntos, de estímulos tardíos y en la cuenta de las migajas que tengo para dar otra promesa como cumplida. "Gracias Ale I., por darme tu mano para sortear estos obstáculos. Gustavo."

Instantánea

Por entre la ventana y la cortina veo un taxista arrodillado que espía la mueca roja del demonio. Apenas lejos se escucha el sopor de la vías del ferrocarril sonámbulo agobiado por llevar solo perennes vidas. Las venas de la urbe insana es un colectivo de puñales, que agita el ánimo de trashumantes. La fachada de la casa de enfrente me evoca sentires sombríos y anarquistas por un grafiti atemporal. Mi pueblo de rebeldías truncadas duerme su siesta sin sueños ni utopías para cambiar de una vez y para mejor. Tiendo en silencio un puente de desánimo, desde mi refugio de sorpresas, con ésta tos tabaquica que clamo y que moviliza mi cuerpo con estertores, imponiéndome una difonía que accalla mi propia rebelión, por causa o culpa de un amor que no halla un lugar en mis olvidos.

Matriz

Porque siendo lo único gravitante que inició mi grave vida me desangro por tu dolor minuto tras minuto. Yo que sufrí y sufrí desmedro con el niño que mataste contra mi espalda desmedidamente, cuando extirpaste el brote de su tallo ya sin guía. Yo que sufrí el frío y la intemperie y el desconcierto temprano y la necesidad descubierta y la impotencia de la ignorancia y el resquemor de penas no demandadas y la humillación de la larga espera. Yo que incrementé el despojo de todo cuanto amara y la pérdida y así y sin más que enfermo o insomne como tantas veces o sólo susceptible a todas las miserias de la especie, me rodeé de soledades confiables. Yo que a veces he bregado con fantasmas intimos que poblaron mi lenta retracción insobornable; cómo no desangrarme piel adentro al percibir tu demacrada imagen por años de errores mujer madre de mis años tristes cuyos labios, resecos por la culpa, a veces le extendieron a mis lágrimas, una sonrisa. Las mismas lágrimas que riegan la impotencia de v

Almanaques

Razón de mente y alma y músculos gimiendo y un mártir madero esperándome mientras la margarita permite deshojarse sin piedad y asumiendo de cara al eterno recuerdo días de carencias que proveían carencias algunas veces sin almuerzo, otras sin cena jamas ambas y siempre con la duda de turno para honor y horror de aquella visión sobre un deseo visceral que engorde mi osamenta tres litros diarios de aguas bravas de manantiales insípidos, pescado, camote y matecocido. Es el fin último que detiene mis pasos que siembra y cosecha mi antológica verdad inutil, mi extensa piel empalidecida y fría como precarias primulas lívidas de nostalgias, como la tonta luna de divino marco negro que noche a noche deja con gusto sus cómodas posaderas marinas para los marinos y sus escarpadas alcobas para los serranos; pero para siempre o nunca segun sea el caso de mi ocaso, mi noche oscura. Trémulo a los cien años que hielan los huesos inutiles e inservibles como la sangre del cuerpo inherte por causa u omis

Recuerdos y olvidos

Todo se puede descubrir justo ahí, donde se oculta la molienda del descuido. En ese rincón o en el sitio tieso de la costumbre, subsiste aquello capaz de vivir sin morir para siempre si uno las observa. Entre el cuerpo y el alma se escapa la realidad, pero entre el alma del cuerpo y el alma hay un agua densa de calmas, un agua que atrapa y arropa un espejo sin corazón. Un agua y un espejo que no hacen sino buscarse, por intuición, sin conocerse, sin estimarse. Quedan siempre las imágenes, instantáneas sólo de apariencias que no pueden ser movimientos, sino el tono espectral apto para un entierro, de quien cerró los ojos a la luz y como una hoja que va y viene, de un rincón a otro, de otro hacia un rincón propio, tal como la vimos una vez y de nuevo, en vano, la evocamos. Como se evocan sueños que insisten en vivir al margen de los sueños, como la piedra inherte que involuntaria puede existir sin deseos. Ya se sabe que el contexto no desaparece por voltearse visionario en el pasado guar

El pan de arena

Si tan sólo fuera así, nada más que un sueño de amor sobre las cabezas, si tan sólo así. Así como rasgos creados para ciertos rostros. Así como la voz muda, que arremete hundiendo su puñal en nuestros cuerpos como esponjas de violencia. Si tan sólo fuera igual a tus piernas de intimidad de vaivenes que atrapan mi celo. A tus muslos amados, nunca jamás en duelo de banquetes. A tus ojos que no miran antes de ser sacrificados por mi deseo. Pero augurado amor, no están solos los gozosos dormidos. Solo está el hastío con su cruel lengua de chacal insensible. Y está el pan de harina de piedras que se hace con penas de labios y con manos contraídas, y con dolor de ausencia. Y está la piel preparada para anidar a salvajes, inocentes de sus culpas. Y la profunda mente del delirio arrojado ante la puerta del amor, profundamente. Y es elucidado el fuego interno de las esculturas moldeadas con tu cuerpo. Y la pertenencia de las horas que se encausan en huídas frágiles como ríos de aguas sin destin

Sabremos

A sales, a plumas, a bocanadas de nieblas en el frío, a calores propios y energías del otro, a saberes incógnitos e ignorancias desconocidas. Al fin, el principio, a errores inestimables en el vaticinio de la infamia familiar, de la arrogancia sobre lo acordado y lo olvidado nuevamente. Al asimétrico sabor de la desidia, al acalorado discurso del culpable, al argumento infame, a la envidia de quién deseé para si nuestros aciertos. Sabremos así, encontrarnos en nuestras soledades. Sabremos así, amarnos a mares.

Inmoral

Inaceptable es aquello que otros se permiten, como adivinando los deseos de nuestra vergüenza, con ese desparpajo anormal e inmoral del mural de los rojos de la propia roja sangre, que vemos desde la ventana de la propia inconsistencia.

Atreverse

Entonces me contarás tus nanas una y otra vez como una niña, que muestra su primer herida, a quien la mire más de un instante atento. Vibrarás con ganas contenidas, desearas el deseo de desearme como la ultima vez, la próxima. Como la próxima vez, la última que me lo pidas. Entenderás de tanto repetir, el sinsentido sentido de sentir aun, el duelo final y el olvido, para antojarte de mis manos prestas. El instante que renueva su permanencia, nos dará permisos para permitirnos y aceptar el uno en el otro regenerado, lo que gusta ahora, lo que seremos. Nos convertiremos, mutaremos, y aquellos que no enloquecen nunca no atinarán sino a juicios predecibles por los juicios que con desdén omitiremos.

La cena fría

Muerto de miedo como un niño que recibirá su castigo solo por no saber aun, cuánto y cómo se paga por un error, me niego a llegar a tu lado porque se que aún huelo a su piel y sus favores. En verdad no quise hacerlo, pero su voz…, pero su sonrisa y sus ojos de fuego me tentaron a su calor de entrañas. A saber, sigo siempre errando por mis ignorancias y este deseo terrible de conocer o descubrir algo que me modifique para siempre, esta curiosidad que me embriaga y me domina, hace que vea en cada cosa que desconozco la posibilidad de entender una sola razón. Esa misma razón que me servirá para todo y para cada cosa. Juro que entré a ese bar sólo para demorarme un poco, unos minutos, los que un café o los que una copa y allí estaba su sonrisa, como esperándome, desde quién sabe cuándo. Ajeno a mi timidez me acerqué a ella y sin más le pedí el favor de besarla. Accedió. Ni mi comportamiento, ni su resultado tenían registros en mi memoria. Le hablé, luego del beso, largo rato, y ella reía c

El señor sea contigo

Prometo que no he estado un martes por la noche en una iglesia. Casi nunca he estado en una, solo alguna que otra vez entré con el objeto de encontrar allí a aquella que por entonces me permitía tocar su manos, besar adolescentemente su boca y poco más, aunque mucho menos, de lo que mi deseo especulaba. Nunca entendí el objeto de la fé, ni siquiera ahora que persuadido por varios inexplicables me despeño por los acantilados de la razón. Casi con capricho insustentable, casi con desdén, casi sin argumentos, más que le certeza de alguna ingenuidad que preserva una inmadurez necesaria hasta la misma muerte. Solo soy un hombre desparejo que busca un grito, una manifestación indiscutible del dolor con el que atravieso mis suertes, mis muertes y mis fuertes. Desoigo, descreo, desestimo a la vez que, me involucro cada vez mas cada vez, con lo que desde el fluir interno de mis broncas más procaces procuro, y prometo, y proyecto sobre serias desilusiones y vagas interpretaciones de un pensamie