Según pude ver,
los hombres
y mujeres
y niños
bajaron en silencio,
de uno en uno,
sin demasiado interés.
El blandía su arma
con imprecisión
y nerviosismo.
No gritaba.
Era evidente
que ese era
su viaje inaugural.
El chofer
hizo un movimiento
algo precipitado
y él, sin más,
disparó
una vez...
y otra vez.
Salió ensordecido
caminado hacia atrás.
Un policía
gordo y desganado,
lo tomó por la espalda,
le quitó el arma
y lo llevó consigo.
El chofer,
murió minutos después.
Los hombres,
mujeres y niños
se fueron en silencio,
de uno en uno,
sin demasiado interés.
Una ambulancia
trajo a quienes
retiraron el cuerpo.
La ciudad
no se detuvo
ni un instante,
como siempre.
Desde mi ventana,
miré una vez más
la avenida que
se recaotizaba.
Me dispuse a dormir,
con la certeza de
que tendría,
un mal sueño.
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