Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de febrero, 2009

Creciente

  Su imagen se diluye en el barro que trepa por su cuerpo desde sus pies descalzos. Su grito se esfuma en el bramar del agua que arrastra a sus críos aún dormidos. Su mirada enloquece mientras gira y sus manos no llegan a atrapar las pequeñas manos. Después, apenas un instante después, el silencio a bocanadas duras y un brazo que la sujeta a su pena. Después, apenas un instante después, una pesadilla para siempre y un juguete que traga la corriente.    

Maldigo

  Y arrojé  la piedra contra el vidrio  y a pedazos ahora, siento frío.    Y apagué  la luz contra mis sombras  y a oscuras ahora, siento miedo.    Y acallé  la alegría contra mi boca  y en silencio ahora, siento penas.    Y una vez más  maldigo las torpezas  y este ejercicio de libertad mal entendida.    Y una vez más  maldigo por abandonarme  a la intemperie de mis dudas y temores.     

El imbécil

  Su dolor se enreda  en la furia enrojecida y  en el sabor acongojado  de la aspiración áspera,  mientras mueren los pájaros  de las libertades sin alas  detrás de su espalda  siempre cansada.    Sus ojos arden  en la hoguera ciega y  en el atardecer amargo  de las jornadas obradas,  mientras se hunden los barcos  perdidos en la estela lisa  llevado por una u otra  torpe arrogancia.    Sus manos duelen  en los bolsillos vacíos y  en el peso muerto del absurdo  de la sal en la sangre,  mientras las puertas cerradas  oscurecen la ciudad en sus vértices  ajena a todos y a todo  el duelo de lo emocional.    Su boca se cierra  en los rezos fatalistas y  en el recinto de una palabra  que eterna se pierde,  mientras las voces inaudibles silencian  alterando el orden de una melodía  que se suspende en la cuerda  de una caja sordomuda.    Y siempre,  ese dolor que se enreda  en la furia de sus ojos y  en sus manos vacías  mientras su boca muerde  esos