No tuve abuelos en mi,
por lo tanto poco puedo saber
de cuánto un barco se mece desde aquella lejanía hasta ésta.
De cómo ese barco es una pequeña Babel que une y luego, desune y une.
De porqué el dolor del destierro es un dolor que nunca cesa.
De cuál marrón es la nueva tierra llana que se pierde en el mar marrón.
No tuve abuelos en mi,
por lo tanto poco puedo sentir
la extensa mirada de los recuerdos en la distancia.
La lengua nueva o la lengua vieja que se resiste, deforma y forma.
Lo inmediato que se construye para aliviar el agobio de cada día.
El sabor del arrebato que consume el sueño y mitiga las promesas.
No tuve abuelos en mi,
por lo tanto poco puedo callar
la furia de no saber que esperaron poder y no pudieron.
La verdad que no es verdad sino la realidad mas llevadera.
Lo que nos hace hiedra trepando muros evitando asir la tierra.
El sonido de las olas que no arriman el mensaje que no trae una botella.
No tuve abuelos en mi.
No los tuve,
qué pena.
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