Si en alguno de mis nacimientos hubiera acordado no evadir la suerte esquiva, probablemente el destino no hubiese atinado a desterrarme a estos estadios sin fronteras de un pensamiento que no logro elucidar.
Es seguro que las partes en cuestión no cuestionarían mi decisión de desangrarme sobre la mesada de una cocina dónde se prepara el banquete de mis desgracias.
Hubiese acordado de alguna forma que se me permita mearme de risa, cuando una exageración rocambolesca haga que me sorprenda de una verdadera nimiedad, sólo para desconcertar y poder irme por la tangente de tanta gente opuesta.
Prometería algún sacrificio distendido y factible de parecer el arma que asesine los verdugos de la razón, aún a cuesta de algunas certezas.
Claro que mentiría y mentaría sobre lo inutil de cuánto dolor sería capaz de resistir a costa, incluso, de la muerte de mi porvenir.
Prometería no involucrarme en el asesinato de las vidas en las que no pueda renacer en consecuencia de una pena irresistible que se sacuda en la telaraña que tejen las ambiciones diversas de aquellos días felices.
Hecho y deshecho este pormenor, probablemente entonces me atrevería a ir y golpear la puerta azarosa de la cordura, pasar por sobre mí y mezclarme entre otros mortales resignados, y por fín ser uno más.
Hubiese valorado ésta oportunidad sólo para estar con vos, tan tranquilo como se pueda y mirando esa estúpida telenovela que tanto te desvela. Vaya ambición!.
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