Asimismo la ciudad comenzó a descender y
toda nuestra creación se ha hundido en la angustia.
Ni nuestra plaza, ni nuestro banco pudieron ya ser divisados.
Ni los árboles, ni el pasto verde.
Ni la mansa calma, ni el rincón alambrado.
Nuestras aves migraron.
Nuestras flores… qué decir?.
Las paredes de nuestro vientre se contrajeron.
El olor de las palabras se disipó.
Y nuestra hoguera nos consumió lentamente.
Y nuestra alegría se desoyó.
El eco se multiplicó en el recuerdo y fundamos fábulas.
Hoy no podemos saber a ciencia cierta,
Qué fue o cómo y mucho menos…
Porqué?.
Hay una sospecha que aún nos moviliza.
Sólo una sospecha.
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