El pasillo era largo como el devenir y la luz corta como el acierto. Seguramente habría escogido evitar entrar pero no hay cartones suficientes en las calles de hoy, y ayer me robaron un colchón. Rugía el ascensor su desgano, pero era de otro lado, de otro edificio sin puertas, sin pasillos y sin ventanas. Así se me ocurre que nadie bajaba de el y el no bajaba, ni subía, a nadie, solo rugía del otro lado del muro de este pasillo tan largo.
Sostenido por la curiosidad, apenas sostenían mis ojos el sueño y apenas veían lo que apenas se podía ver y lo que a penas me sucedía. Tuve que dormir, aun a cuesta de no haber visto tanto.
Dibujé en mi sueño una almohada, mullida, blanca, sumisa y una manta cálida, ligera, fractal. Me entregué a mi sueño confortablemente. Ya no me importó el pasillo tan largo. De seguro mañana será otro día y la ciudad me deparará tanta más ignorancia que ayer y en más, como siempre. Habrá desprecios en las esquinas desde ventanillas suntuosas. Me dejarán una moneda que no valdrá sino el desprecio. Pasos ligeros ante mi andar lento. Miradas inquietas ante mí vulgar visión. Narices fruncidas ante el hedor de mi rendición. Mañana será de nuevo otro día como tantos otros. Qué me importa ahora!.
Me desperté tan después, que la luz del día pasó, para mi, inadvertida. Ya era de noche otra vez. El pasillo largo era aun más largo que ayer. El ascensor rugía parpadeante. Nuevas puertas habían surgido o mi visión, antes cansada, recién las descubría. No supe por cuál lograría saltar a la calle. Escogí al azar, primero una, luego otra y sin voluntad terminé aquí. No sé escribir, ni describir, ni transcribir pero este espacio preciso no es de mi ciudad. Quizás me sorprendió la muerte. Me llevará un tiempo superar el desconcierto. Por cierto el aire sabe a cada día anterior. Me está ganando el hambre. Estoy vivo… he visto pasar una persona que me negó su atención. Sólo dormí de más, esta es una nueva noche de un día como el de ayer, como el de todos, como cualquiera.
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