Si te beso con el beso que me ruegas, no podré ya besarte sino de otra forma algo más inusual que la que dicta el mecanismo mismo de mi sentimiento.
Llegó con la forma de un ejercito quemando aldeas y matando niños. Los hombres fueron muertos sin oportunidades y también vejadas las mujeres murieron. No hubo ojos desolados espectando, ni voces gimientes crepitando en el fuego, ni cronistas morbosos fotografiando la barbarie, ni muerte inútil, ni afueras con libertades. Era la vida el gran suceso inexplicable. Mientras yo contaba las monedas, esas pequeñas fracciones de poder que me permitirían, otro mes, tener un techo.
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