Ocurrirá un día sin prisas,
con una luz celeste y fresca sobre los párpados
con un sol amanecido que despierte o mate
con cristales que encierren la calle humosa.
Despertaremos de una vez y para siempre
en el abrigo suave de un sueño final
y la sombra nos dejara a solas
llenando la habitación de un cielo enorme.
Desde los peldaños nos aclamaran voces
sin rostros indiferentes ni ojos ciegos
y no necesitaremos abandonar las sábanas
del alba de ayer para desandar las tareas.
Habrá abierta una ventana hacia todo
y los recuerdos serán como grumos de imágenes
plasmadas como cicatrices de tiempos
que se quemaron sin poder ser de otra forma.
Estaremos tranquilos para entender con calma
que únicamente la resignación de la tierra
tiene sustancia de paz malograda y sabia
por el empeño de no morir cada noche y nacer cada día.
Nos desalojaran de las manos supinas
las caricias negadas y los amores adeudados
y de los pies tendidos, los pasos inhibidos
y en el horizonte un paseo lapidario sobre el viento.
Esta fue la respuesta del día. ¿Y cuál fue la pregunta?
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