Después de caminar
por la ciudad consumada
en cien mil edificios invisibles
y atravesar esa avenida despintada
por diez mil autos útiles cada hora
y mil árboles inútiles cada día
he terminado en una plaza desierta
hablando con un borracho que cuenta
como balbuceando rezos, los cien proyectos
con los que malogro su vida por dios
y sobre el atardecer
me pregunto diez veces
porqué no he podido estar
en una casa nuestra
contigo,
un domingo más.
Comentarios
Publicar un comentario