Llegué hasta donde mis pasos no eran impedidos por el desdén.
Sucedió estar parado frente al peligro
de realizar lo que íntimamente reservaba
a las ilusiones auténticas y a las ingenuidades.
Tomé un cuchillo de lengua ancha y corté
las sogas que sostenían el puente.
Olí el caer de los maderos.
Oí el crujido de su llanto.
Frente a sus ojos el abismo.
Frente a mis ojos la calma.
En el tiempo de ausencias y silencios
desplegó sus alas y se acercó
para continuar conversando de aquello.
En mi, una duda:
-Qué debo hacer cuando su voz trabaja en mi cuerpo?.
Depende,
ResponderEliminar¿Es una voz resentida?
¿O es una voz que ha perdonado?
Es una voz que acalla mis voces y un cuerpo concavo al mio.
ResponderEliminarEs una voz que condiciona e invita.
No reprocha, pero no perdona.