Todos los que pueden asegurar que me conocen, saben que para la nochebuena del año pasado, había decidido pasarla con unos amigos imaginarios que me los venía inventando hacía ya un largo tiempo. Realmente eran unos amigos perfectos, aparecían en el momento más oportuno y desaparecían el resto del tiempo. Entonces qué mejor que pasar las fiestas con ellos, ya que era muy oportuno que se prestasen a compartir la nochebuena conmigo. Los preparativos fueron, por cierto, mucho más sencillos que en otros años y sobre todo mucho más económicos. Esa noche llegó como cada año, un 24 de diciembre infernal en estas latitudes, en las que los 32ºC sólo se vieron disminuidos frente a una sensación térmica de 37,3ºC. Todo fue sobre rieles al preparar la cena, la bebida y un mantel con estampas “merry christmas”, los platos ordenados según se me fue dando y mi plato en la cabecera de la mesa de pino, que me compré inmensa en un ataque de sociabilidad que se disipó prontamente.
En verdad todo iba de maravillas, la comida exquisita y el vino. -que puedo decir del vino?- que entre charlas de las mas interesantes, se invitaba a voluntad a traspasar mi garganta. Todos también saben que no soy presto a la bebida. En eso residió el problema. Tras beberme mi copa primero y luego la de mis amigos imaginarios, que no bebían por razones obvias, y después de servir un par de botellas; todo comenzó a complicarse. Adentrado en un estado de borrachera que perturbó mi mente y por ende mi imaginación, mis amigos imaginarios comenzaron a transformarse tomando las veces, la forma de amigos reales de antaño con los que pasé muy malos momentos. Todo fue una pesadilla, finalmente mis amigos desaparecieron definitivamente faltando media hora para las doce de la noche. Por mucho que me esforcé en recobrar un estado mental mas o menos normal, no hubo modo de conseguir que los comensales se sentaran nuevamente a mi mesa para el ansiado brindis de la medianoche.
Luego la borrachera me llevó a una depresión insostenible y pasé la nochebuena intentando, en vano –todos saben qué pasa con los teléfonos en días y/o noches tales-, comunicarme con algunos de los amigos reales, que habían insistido en que fuera a sus casas a celebrar aquella fiesta. El sol abrasador de la mañana me encontró tirado en el balcón, con el teléfono móvil a un costado y los ojos enrojecidos por el alcohol y el llanto, producto de la misma borrachera, al que me entregué hasta quedarme dormido.
Muchos saben ésta historia ya que fue, por meses, motivo de cientos de reproches, miles de críticas y varias recomendaciones sobre divanes de terapeutas conocidos por unos u otros. El caso es que con el correr de éste año me fue ganando la certeza de que para las fiestas de diciembre, debía tener un plan mejor. Fue así que estuve evaluando varias posibilidades y considerando un sinnúmero de invitaciones que me hacían conocidos que, al enterarse de la historia que yo mismo les contaba, lo hacían no sin ocultar la sensación, de que quizás mi presencia les resultase un problema. Al margen de esto, cuanto más nos acercábamos a diciembre más invitaciones tenía, aún de gente desconocida.
Charlando con el cuidacoches de mi cuadra, un tipo de los más cordial cuando le das una moneda de buen tamaño y bastante desagradable cuando la moneda es de las pequeñas, pero siempre muy presto a charlar de lo que fuere; no recuerdo bien cómo llegamos al tema de las fiestas. Como todos, escuchó con mucha atención cuando le conté mi experiencia del año anterior, pero a diferencia de todos, en ningún momento atinó a reírse o a criticarme de ninguna forma o a recomendarme una terapia psicológica. Cuando terminé con mi relato, el tipo buscó un papel en sus bolsillos, me pidió una birome y anotó un número de teléfono que me entregó diciéndome:
-Si quiere pasar la próxima nochebuena con buenos amigos, no deje de llamar a éste número. Hágame caso amigo, llame y tenga una buena noche.
Me dió unas palmadas y se apresuró en acercarse al conductor de un coche que se aprestaba a dejar la cuadra.
Guardé el papel, caminé por la vereda y lo ví saludar con gusto al conductor, de seguro le había dado una o varias monedas de las grandes. Ingresé a mi casa, preguntándome quién me atendería cuando llamase a aquel número.
Leyendo tus escritos, cobran presencia otros, los quiero compartir con vos, tal vez sean demasiado largos como comentario (como no me gusta el verbo comentar, no hay vuelta...) Viste Cielo Protector?
ResponderEliminar"La muerte está siempre en camino, pero el hecho de que no sepamos cuándo llega parece suprimir la finitud de la vida. Lo que tanto odiamos es esa precisión terrible. Pero como no sabemos, llegamos a pensar que la vida es un pozo inagotable. Sin embargo, todas las cosas ocurren sólo un cierto número de veces, en realidad muy pocas. ¿Cuántas veces más recordarás cierta tarde de tu infancia, una tarde que es parte tan entrañable de tu ser que no puedes concebir siquiera tu vida sin ella? Quizá cuatro o cinco veces más. Quizá ni eso. ¿Cuántas veces más mirarás salir la luna llena?. Quizá veinte. Y, sin embargo, todo parece ilimitado".
Drang, otra vez gracias.
ResponderEliminarNo vi El Cielo Protector, ni siquiera sabia qué era. Ahora ya sé que es una película que prometo ver.
En cuanto a lo que escribis o trasncribis en tu comentario -ok, ya sé que no te gusta el verbo ese-, creo que la vida es breve, entiendo claramente los límites. Tenemos como única herramienta para medir la brevedad de la vida, la memoria que a su vez es más breve que la vida. ¿Acaso recuerdas cada cosa que te haya sucedido?. Seguro que no. Todo guarda desproporciones que sólo son contrastables con lo que ignoramos. Me gusta que me leas y si eso ayuda a ejercitar tu memoria, aún me gusta más. De todas formas nunca recordarás oportunamente nada. Incluso es probable que olvides esto de un momento a otro. ¿Qué mas dá?. Gracias.
tal vez no haya vida extralengua, y todo aquello que no sea recordado o relatado , queda penando ahí suelto, huérfano de sentido. no seas ingrato en creer que no crees en nada, ni siquiera en lo oportuno, tus intentos dan cuenta de otra cosa.
ResponderEliminarAlertado de la brevedad de la vida y la condicion, tambien breve, de la memoria, me oportuno en estos intentos para dar cuenta de mi memoria de emociones. Condenado a muchas horfandades utilizo este espacio como una protesta, el indicio de que no me dejaré llevar por los indicios y que de alguna forma quede registro de una fé que no me vino en ganas construir. No hay ingratitud en mis intentos, sólo un gesto de rebeldía.
ResponderEliminarenunciado, teoría, verdad, creencia, fragmento, memoria, pensamiento, idea, imagen, sistema, palabra, objeto, rezo, oración, plegaria, mantra, conjuro, Intento.
ResponderEliminarNo es ésta ni ninguna otra cosa, la construcción de mi fe, aunque al parecer crees que todo conduce a ello. Gracias.
ResponderEliminarno, no creo eso, ni nada. escribis lindo.
ResponderEliminar"Allí donde otros exponen su obra yo sólo pretendo mostrar mi espíritu."
"Estoy en una carta escrita para dar a entender el estrujamiento íntimo de mi ser, tanto como estoy en un ensayo exterior a mí mismo y que se me presenta como una indiferente incubación de mi espíritu." - El ombligo de los limbos - A. Artaud
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