Hoy mi departamento huele a tabaco
como las manos de las habaneras
que sueñan con una revolución más fácil
y cruzan sus destinos delgados
como los dedos de un artrósico
que se empeña en decirme alguna cosa
desde la vidriera del bar de enfrente.
Hoy mi departamento sabe a pollo frito
a tomate cortado, a zanahoria rallada,
a mostaza en sobre, a ajo quemado,
a huevo duro y al deseo de tu perfume
que de seguro te habrás puesto
para encantar una reunión, de agradables,
que no se celebra en mi mesa de pino.
Hoy mi departamento se ha bebido el sol
que por la ventana se colaba con mil rayos
para convertirlo en un caldero de siesta
donde ninguna sopa se cocina a fuego lento,
donde ningún banquete se anuncia presto
para saciar el hambre de ningún comensal.
Y yo sólo, bebo vino blanco que nada aclara.
Hoy mi departamento suena a músicas
y canciones de las simples cosas que
por complejo me he empeñado en aprender,
imitando diecisiete voces del alma,
aun a costa de mis vecinos que descorchan
botellas con el afán de ocultar con borrachera,
lo mal que me sale cantar a viva voz.
Hoy mi departamento sigue en la ciudad
que anoche estalló quemando furias,
frustraciones, postergaciones, olvidos,
acallando soledades, ofreciendo regalos
a precios altos para aprovechar la ocasión
que a como de lugar, desea contrarrestar
el balance de una año que agoniza.
Hoy mi departamento me alberga tranquilo,
a mi y a mi perro molesto por una pulga
que extraña a otro perro, que en las calles
va y viene extrañado, mirando las caras;
de estomago lleno y cerebro alcoholizado,
de noche larga y ojos enceguecidos por el sol;
de aquellos que aún festejan... la navidad.
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ResponderEliminarGracias drang por dejarme este capítulo entero de Rayuela (Rocamadour - Cap. 32), lo quité porque era demasiado largo como comentario.
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