En el vulgar mercado de mi ignorancia
he comprado algunas de las miserías de tus celos
y pagué por eso con varias divisas
que por cierto consiguieron dividirme.
De momento hablo desde mis fracciones
que no logro ensamblar ya que no coincido
con mis partes intimas e ínfimas.
En mis insignificantes riquezas
consigo lo suficiente para echarme a reir
sobre el espacio donde unos cuerpos
de luz y sonido se empeñan en compenetrarse
sin comprometerse con la historia o la anecdota
que con atención logre creerte solo
por el trabajo que te tomaste para mentirme.
Por ahora, apenas si te extraño
y me resulta extraño el tonto que fuí enrredado
en el fragor de tus besos intermitentes,
en la saga de tus palabras sagaces,
y en la geografía de tus contornos de revista.
Valoro, para molestar, lo que no tiene precio,
el hondo surgir, la conmoción animista
y la insistencia interior que te reinventa.
Comentarios
Publicar un comentario