Secó sus labios,
su frente.
Acomodó su pelo,
cargó su bolso
y atravesó la puerta.
El sol delataba
una ciudad,
una calle diáfana,
una escalera que desciende
y una puerta atravesada.
Miró mi ventana
donde no la esperaba,
detuvo un taxi
mis tiempos sanos
y una ciudad delatada.
Mis ojos en mis manos
y mi cuerpo, en más,
la anhelarían en vano.
Genial
ResponderEliminarHace mucho que decidí no hacer poesía, me peleé con muchos aspectos del ser antes de decidirlo, pero nadie parece extrañarlo... sólo yo.
Hay un libro juntando polvo en las librerías que lleva mi nombre, pero nadie lo sabe.
Pasé por aquí.
J.