Su dolor se enreda
en la furia enrojecida y
en el sabor acongojado
de la aspiración áspera,
mientras mueren los pájaros
de las libertades sin alas
detrás de su espalda
siempre cansada.
Sus ojos arden
en la hoguera ciega y
en el atardecer amargo
de las jornadas obradas,
mientras se hunden los barcos
perdidos en la estela lisa
llevado por una u otra
torpe arrogancia.
Sus manos duelen
en los bolsillos vacíos y
en el peso muerto del absurdo
de la sal en la sangre,
mientras las puertas cerradas
oscurecen la ciudad en sus vértices
ajena a todos y a todo
el duelo de lo emocional.
Su boca se cierra
en los rezos fatalistas y
en el recinto de una palabra
que eterna se pierde,
mientras las voces inaudibles silencian
alterando el orden de una melodía
que se suspende en la cuerda
de una caja sordomuda.
Y siempre,
ese dolor que se enreda
en la furia de sus ojos y
en sus manos vacías
mientras su boca muerde
esos labios suyos
que sangran leves,
su ignorancia
muda la piel
de su arrogancia
y sus mentiras.
Y siempre,
siempre imbécil
muere y muere
vidas apenas
inventadas.
Quién no ha sido alguna vez un imbécil y un ciego? Saludos.
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