Ya las estridencias del abrazo, habían superado el encuentro y tenuemente el agobio comía la prisa de mi paciencia. El color traslúcido del esperarla relativizaba su voz y el eco de sus anécdotas rebotaba lejos de mis oídos. Quien había partido no había vuelto al andén. Las ratas disfrazadas de palomas engullían las migajas de nuestros pasos cruzando en diagonal la plaza. De su mano la noche comenzaba a ser noche al fin y en principio debía hallar sutilmente un adiós irrevocable.
Habitaré tibiamente tus entrañas para salirme y volverme minúsculo, incompleto, ínfimo. Llenaré de silencio los mares, cruzaré de lado a lado la tierra. Volveré mi vista una y otra vez, para descifrarte y encontrar el canal que me devuelva. Lloraré mis dudas. Me haré más en vientres extraños, para ver el ciclo y elucidarlo. Abdicaré. La tierra me hará suyo, y me abandonará en lágrimas y sudor el agua. El viento me llevará consigo a dispersarme en otros ciclos. El fuego flameará mi olvido. GOC.