Avancé hacia el poniente
despojado de todo
cuanto amara.
Y ya sobre la noche de mis sombras
y ya sin sueño y sin anhelos,
un amanecer
se ha antojado
de calcinar mis ojos.
Devoré una protesta a flor de labios.
Maldije lo imprevisible
y mis torpezas.
Pensé en quemar mi cuerpo
con el fuego de los ojos
inservibles e inútiles,
ya vacíos cuencos.
Involuntaria y abatida la mente
fue derrocada por los sentidos sin guía.
La memoria se hundió
en un pantano
viscoso,
hediondo,
amargo
y mudo.
Un cuerpo
más allá de mi cuerpo
se adentró en el día.
Lindo intenso, real.
ResponderEliminarCuantas veces no nos hemos sumergido en noches oscurecidas por nuestras sombras, que creíamos eternas, pero logramos nuevos amaneceres.
Bello poema, poeta!
Un beso
Gizz
Es diferente... duro... desanimado y fuerte a la vez.
ResponderEliminarEs silencioso.. Y al leerlo todo se siente quieto... Eso... Cuidate.
Si la ceguera es uno de tus temores, ¿porqué la desafias? ¿te reinaugurarías sobre los otros cuatro sentidos? El pantano de la memoria es tremendo.
ResponderEliminarSaludos, una admiradora que acostumbra a leerte en silencio.
Uh... además de ser ambos del 5 de noviembre, escribís como si fuera yo o yo escribo como vos o algo así. Si me siento a tomar un café con vos, ¿me veré en un espejo con cara de varón? ¿Reflejaremos nuestros gestos? ?adivinaremos nuestras palabras?
ResponderEliminarDolorosísimo y bello! Cómo me gusta tu forma de escribir!!!!!
ResponderEliminarMe siento bien leyéndote...quizá porque me veo caminando a mi misma... de esa misma forma, con similar equipaje... Me veo o reconozco en el verso.
ResponderEliminarA veces el día parece traer una noche muy oscura.
Un fuerte abrazo