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1.30 am

La una y media de la madrugada era muy tarde para que alguien se prendiera al timbre como un idiota. Estaba sentado en mi PC escribiendo un email y de pronto me sobresaltó el timbre que no paró de sonar por unos cuantos segundos. Tantos y más de los que me demoré para encontrar las llaves. Protesté hasta lo indecible. Debía ir a ver quién estaba en la puerta, aunque seguramente era algún trasnochado que se creía muy listo jodiendo a esa hora y jugando al ring-raje. Ya cuando era un pendejo, me parecía una boludez grande como una casa ese juego pelotudo. Crucé los quince metros del pasillo despacio, el plan era abrir la puerta de golpe y encajarle una buena patada en el culo al que estaba del otro lado y del que pude divisar la sombra por debajo gracias a un auto que pasó lento por la calle. Era curioso que no se fuera de una vez. Metí con mucho cuidado la llave en la cerradura, pero no pude evitar hacer ruido al intentar abrir.

- ¡Gustavo dale abrime, soy yo! - No reconocí la voz aunque me resultaba familiar. Con el picaporte en la mano me detuve pensando en volver a poner llave.

- ¡¿Yo quién?!

- ¡Yo, boludo. Adrian! ¡Adrián Calccione! ¡Dale, abrime de una vez!

Abrí y Adrián entró como una tromba. Estaba pálido y agitado. Seguro lo venían siguiendo.

- ¡¿Qué te pasa?! Pensaba zamparte una patada.

- ¡Qué patada ni qué patada! Necesito hablar con vos. Me pasó algo horrible.

- Está bien pasá. La próxima vez, tocás el timbre y esperás, ya sabés que no tengo portero. Además, ¿tenés idea de la hora que es?

- No seas pelotudo, no hubiese venido si no fuera importante.

Mientras cruzábamos el pasillo, Adrián se apretaba con la punta de los dedos la zona del bazo. Había corrido bastante. Cuando corría mucho le daban esas puntadas. Estaba agitado. Muy agitado y muy nervioso.
Abrí la puerta, entró derecho a la cocina y se sirvió una vaso grande agua. Yo me volví a sentar en la PC a terminar el email, tratando de salirme de aquella situación. Algo me vaticinaba que tendría que escuchar una historia que no tenía ganas de escuchar.

- ¿Me vas a dar pelota o vas a seguir sentado ahí? No podés despegarte de la compu, un día te vas a enfermar.

- No creo que sea problema tuyo. Dale, contame. ¿Preparo mates? ¿Te está siguiendo la cana?

- ¡¿Qué cana, pelotudo?! Está bien, preparate unos mates y te cuento. Es increíble lo que me pasó. ¡Soy un boludo!

Me paré y fui hasta la cocina. Adrián me siguió.

- Te cuento. No me lo vas a creer. ¿Viste que estoy trabajando hasta las diez de la noche? ¿Viste que salgo del laburo y por no ir en el auto, me estoy volviendo en el ciento treinta? –Sin esperar a que le responda nada, prosiguió-. Bueno, salí del laburo y me fui a tomar el bondi. Cuando llegué a la parada, había una mina bastante linda ahí esperando. Me puse atrás y le miré el culo. Estaba buena. Unos segundos después, pensé en ver qué onda y le pregunté si hacía mucho que esperaba. No me contestó, pero me miró y me di cuenta de que estaba llorando. Esta es la mía me dije y le pregunté qué le pasaba. No me contestó otra vez. Entonces saqué mi billetera y se la alcancé diciéndole: “-Acá tenés mi billetera con mis documentos. No tengas miedo y por favor contame qué te pasa. No puedo verte llorar y hacer como si no pasara nada. No me gusta ver llorar a nadie y mucho menos a una mujer linda como vos”. La mina me miró y me pidió que me guardara la billetera, que no necesitaba mis garantías y que no me importaba lo que le pasaba. Imaginate, no me iba a detener. Insistí en que me contará hasta convencerla y me pidió que la invitara con un café. Fuimos al bar ese que está en Avenida Belgrano y Paseo Colón, frente al Teatro Colonial. Ahí, a no más de media cuadra de la parada cruzando la avenida. Elegimos una mesa y cuando me estaba sentando me pidió que la esperara, que iba al baño. La esperé, mientras le pedí al mozo que nos sirviera dos cafés dobles y una agua sin gas. Ella tardó un par de minutos y volvió. Se había lavado la cara y desenroscado la bufanda que traía en el cuello. ¡Era hermosa, hacía tiempo que no conocía a una mina tan linda! Tenía los ojos enrojecidos. Al parecer, hacía bastante que estaba llorando. Se sentó y me preguntó cómo me llamaba y me dijo que se llamaba Silvia. Nunca me gustó ese nombre, pero a ella le quedaba lindo. No sé. Ahí nomás, el mozo nos trajo los cafés y el agua. Me agradeció por haber pedido un café doble para cada uno. Tomó un sorbo y mirando por la ventana hacia la parada del colectivo comenzó a contarme su historia. Al parecer y por lo que me contaba, tenía una historia de mierda. Le había sucedido de todo en su vida. Su viejo la cagaba a palos. Un tío abusaba de ella. La madre sabía todo y se hacía la pelotuda. A los catorce tuvo que abortar un embarazo del tío. A los quince se fue de la casa con un santiagueño que la prostituyó. A los dieciseis quedó embarazada sin saber de quién y se escapó. -Adrián dijo todo esto enumerando cada hecho con sus dedos. Le alcancé el primer mate-. Después perdió el embarazo y estuvo internada en un hospital de Córdoba. Cuando se recuperó un poco se vino a Buenos Aires y acá limpiaba casas. Me dijo que estaba muy cansada y que hoy a la tarde vió al santiagueño y a su tío juntos por la calle. Seguramente la estaban buscando y ella tenía mucho miedo. Me dijo que no aguantaba más y se terminó el café de un trago. Yo no sabía qué mierda decirle. Sólo la escuché. Nunca pensé que a una sola persona podrían sucederle tantas cosas tan horribles, en una sola vida. En un momento paró de hablar y dijo que se tenía que ir. Agarró sus cosas y salió como disparada. Yo le pedí la cuenta al mozo, aunque lo que quería era detenerla o salir al mismo tiempo que ella. Vi por el vidrio de la puerta como cruzaba la Avenida Belgrano corriendo. En un momento pensé que había visto a estos tipos. -La mirada de Adrián estaba como perdida, como si estuviera viendo en el piso de la cocina una proyección lo que me estaba contando y continuó-. No esperé a que el mozo me diera el vuelto y corrí detrás de ella que ya cruzaba la Paseo Colón. Eran las doce y pico de la noche. Crucé la Belgrano esquivando un auto que venía a los pedos. Por la Paseo Colón el ciento treinta intentaba no perder la onda verde. El auto dobló sin bajar la velocidad. Ella lo vio y se detuvo. El que manejaba el auto hizo una maniobra para asegurarse de poder esquivarla. Ella, miró para atrás y en un movimiento como calculado se tiró adelante del auto, justo contra la parrilla. El chabón no tuvo chance y la atropelló. El ciento treinta clavó los frenos en la mano contraria. Todo pasó en uno o dos segundos. Yo me quedé parado en la recova del Teatro Colonial. Los del bar salieron a la vereda para ver que había pasado. El ruido del golpe fue tremendo. No supe qué hacer y me escondí. Otros autos que venían, pararon. Aturdido, salí corriendo. Me vine sin parar hasta acá, ¡son como setenta cuadras!. Igual no me di cuenta de cuánto corrí. ¿Te das cuenta? ¡Silvia está muerta! ¡Seguro que está muerta! ¡Soy un boludo! ¡No pude hacer nada! ¡La remil mierda! ¡Qué linda era!

Adrián, mientras me relataba sin detenerse lo que le había sucedido, se fue desmoronando hasta terminar en un llanto con su cabeza entre las manos y apoyado en mi mesa. Yo no sabía qué decirle o cómo consolarlo. Tampoco entendía qué tenía que hacer. Todo era muy confuso. Me quedé en silencio. Él, después de un rato de llorar como un niño, se durmió. Había corrido más de cincuenta cuadras, setenta no eran, pero si más de cincuenta. Era normal que estuviera agotado. Sin decir nada, lo tomé por debajo del brazo, lo ayudé a levantarse y lo acosté en el sillón. Siguió durmiendo. Aunque más bien, creo que no quiso despertarse. Ahora mismo yo no puedo despejarme, la cabeza que me va a estallar. Casi son las tres de la madrugada. Me sirvo un mate medio frío. Prendo la tele y Crónica TV está en el lugar en el que estuvo Adrián hace un rato. Silvia sigue tirada en el asfalto tapada con un plástico negro. Hay una ambulancia y bastante gente. El mozo habla a cámara diciendo que atendió a la chica del accidente un rato antes. Dijo, que se la veía angustiada. Que ella había estado en el bar charlando con un tipo y que después del accidente, éste salió corriendo. Al parecer la policía está investigando. No puedo creer nada de todo esto. Seguramente lograrán identificar a Adrián. Me quedaré esperando a que la policía golpee mi puerta. Tengo muchas ganas de llorar por la vida y la muerte de mierda que tuvo Silvia. Temo por lo que pueda sucederle a mi amigo. Adrián cambiaría radicalmente. Puteo por lo bajo y apago la tele.

Comentarios

  1. ¡Qué buen relato!
    Solo espero que sea pura creación literaria y no que Adrian duerma en tu cama y tú estés llorando, pues falto poco para que yo soltara las primeras lagrimas en este Madrid.
    Un beso
    Gizz

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  2. Conseguiste angustiarme y asustarme durante unos minutos infinitamente largos... qué bueno está este cuento!

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  3. Hola,
    Dime una dirección de e-mail donde escribirte. Tengo una información para tu blog.
    Mi correo: janaru@gmail.com
    Un saludo.

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  4. Es un fic?? o realmente Silvia falleció así?? Porque realmente me atrapó el relato (el morbo social no???)...pero tuve toda la noche pesadillas con esta pobre mujer...
    Besos
    Andrea

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  5. Muy buen ritmo del texto. Pero no veo qué tiene de malo el nombre de Silvia, será porque no está bien escrito...

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  6. Te aconsejo que hables seriamente con tu proveedor, te están vendiendo cualquier porquería.¿ O es que ya estas consumiendo cualquier porquería?
    Un AMIGO que no te olvida

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  7. ..uff... me quedé ida leyendo el relato.. está muy bueno.. no sé si te pasó realemnte.. pero casos como ese y otros mucho peores pasan todos los días cada 5 segs ...
    Ten un feliz miercoles =)

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  8. Camarada, muy buen ritmo, me gusto mucho.
    Lo que todavía no comprendo es esta linea "Adrián, cambiaría radicalmente."

    Abrazos

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  9. GUSTAVO

    ESTARIA BUENO QUE UTILICES OTROS NOMBRES Y NO EL MIO QUE PRIMERO QUE NO SOY TU AMIGO Y SEGUNDO NO TENGO NADA QUE VER CON ESTA HISTORIA.

    GRACIAS Y ESPERO QUE REFLEXIONES

    ADRIAN CALZONE

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  10. RE: Sr. (Anónimo) Adrián Calzone, evidentemente usted debe ser un homónimo de un amigo mío, al que tampoco le sucedió esta historia de ficción y que no ha tenido problema en que lo mencione. Mi amigo es un ser inteligente y no se detiene en tales temas, sino que lo toma como el homenaje que es. Por si acaso lo hubiera molestado a usted u otro Adrián Calzone que ande por ahí, le he cambiado el apellido al personaje. No reviste ningua importancia que llevue uno u otro apellido y ya deja de llamarse igual a usted.

    Esto de los homónimos es todo un asunto, yo mismo conozco a más de diez Gustavo Camacho.

    Saludos.

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