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Entre el infierno y el cielo



Bajó las escaleras como quién desciende al infierno a conciencia. En su cara no asilaba gesto alguno, sólo una mueca desesperada pero de larga residencia. No puedo decir que tuviera cansancio, sus pasos eran firmes. De a uno por vez, como si en cada uno se alejara por miles de un atrás que no propiciaba volver ni avanzar. -¿Dónde ir ya?. ¿Dónde ahora mismo?., -parecía preguntarse, en la nada que enfocaban sus ojos oscuros.

-Perdón, ¿estás bien?.
-¿Qué?
-Te pregunté si estabas bien.
-¿Quién sos?.
-Vivo acá en el quinto.
-Ah. Gracias, estoy bien.
-¿Necesitas algo?
-Si. ¿Me convidás café?.
-Si claro. ¿Preferís en un bar o en mi departamento?. No hago buen café.
-Prefiero no salir a la calle. Si no te molesta, es mejor en tu departamento.

Subimos las escaleras y recorriendo el pasillo hasta mi puerta me pregunté si no estaba cometiendo un error. Miré de soslayo su rostro y algo me convenció de que no había peligro en su mirada ahora algo más relajada. La luz de las bombillas eléctricas hicieron que entrara en la cuenta de su belleza.

Cuando me dispuse a abrir la puerta me habló, con voz tenue, como evitando que alguien más escuchara.

-Podés no hacerlo. Te lo agradezco, pero creo que no es prudente. No sabés nada de mí.
-Si, lo pensé. No creo que esta situación me ponga en peligro. No parecés una persona peligrosa.
-Gracias.

Se sentó a la mesa del comedor. Ahí note que llevaba un bolso pequeño y atiborrado cuando lo dejó a un costado de la silla escogida para asentar su humanidad.

Tomamos café casi sin hablar. No me animaba a preguntar nada, más bien esperaba que espontáneamente me contara lo que le sucedía. Miró mi biblioteca, se puso de pié y me pidió permiso para tomar un libro. Accedí, pensé que esa sería una forma de empezar una conversación. La intriga me quitaba toda tranquilidad, pero por una cuestión indescifrable, había suspendido mi ansiedad.

-Hace tiempo que no leo a Artaud. El ombligo de los limbos, ya desde el título deja entrever que cada palabra te llevará de la nariz al desquicio. ¿Lo leíste?.
-Claro. Si das más de un paso sobre la literatura de estos tiempos llegás pronto a Artaud. De todas formas no soy de los que hacen un culto de la locura.

Sonrió. Hablamos poco pero intensamente. Luego se consumó la noche y dormimos juntos, tanto como jamás creí poder dormir con nadie. La luz que anunciaba el día, nos renovó el deseo. Luego desayunamos.

Esa mañana me puse mi mejor traje. Un minuto antes de salir hacia mi trabajo, le pregunté.

-¿Te quedás?.
-Si no te molesta. Prometo no tocar nada, sólo algunos de tus libros.
-Podés escuchar música también. Vuelvo a las seis de la tarde. ¿Vas a estar?.
-Sí y con la merienda lista.
-Gracias. La heladera está llena.
-Gracias a vos.

Salí a la calle, la mañana era fresca y ligera como mi ánimo. No había planeado que fuera de esa forma, pero asimismo me agradaba mucho como había sucedido todo. Así, inesperadamente.
Llevamos tiempo juntos. Es muy lindo y hace que yo me sienta lindo cada día.



Este cuento fue publicado en la revista ea en el número del primer aniversario en marzo/abril de 2008. Para mi es una honra enorme participar en esta publicación independiente hecha a pura voluntad. Por lo dicho elijo éste, mi espacio, para extender un fuerte agradecimiento al Sr. Pacha Brandolino -editor de revista ea- y para expresar mi deseo a seguir participando en otros números.
El siguiente es el índice esta publicación:

  • La independecia - por Rita Parisi
    sección l - pág. 6

  • Fotografía y cambio social - por Cecilia Actis
    sección l - págs. 7 a 10

  • Piscoanálisi y Arte - por Elena Comoglio
    seccion l - págs. 11 y 12

  • Entre el cielo y el infierno - por Gustavo Camacho
    sección l2 - pág. 13

  • Güiraldes y el ballet - por Liliana Sujoy
    sección d - pág. 14

  • Bajo la luna - por Juana María Perea
    sección e - págs. 15 a 19

  • De otros jardines: TANZTAGE 2008 - editorial
    sección e - págs. 20 a 22

  • Nuevas variaciones sobre viejas cuestiones - por Pacha Brandolino
    sección d2 - pág. 23

  • Grupo Corpo - por Pacha Brandolino
    sección d3 - pág. 23

  • La boda del año - por Jimena Ferreiro Pella
    sección d3 - págs. 24 y 25

  • Escuela - por Jimena Ferreiro Pella
    sección d3 - págs. 26 a 28

  • Algunas notas [IN]CONEXAS - por Jorge Haro (2)
    sección d3 - págs. 29 a 31

  • La danza de las pampas - por Valerio Cesio
    sección d3 - págs. 32 y 33

  • Nido de ave con salsa de soja - por Natalia Micelli
    sección g - pág. 34

Comentarios

  1. "Y así, de un momento a otro,
    sin saber cómo ni cuándo pasó,
    me convertí en tu amante." Me cito a mi misma porque tu post me ha evocado momentos de conciencia propia.

    Así es como, sin saber cómo, dónde, cuándo ni por qué, la vida sigue su curso sin preuntarnos nuestra opinión en ningún momento.

    ResponderEliminar
  2. No, si cuando mis amigos me dicen que me mude a un departamento, es por algo...

    Lindo che, ahora una preguntita:
    ¿en la edición impresa también salió "alejará" con tilde?

    De rompebolas obsesiva nomás te digo.

    besos

    ResponderEliminar
  3. Estaba segura de haber dejado aqui mi comentario.

    Creo que estoy trabajando demasiado estos días.

    ResponderEliminar
  4. Gustavo, una maravilla, un hermoso texto!.
    No deja de sorprenderme tu facilidad para descubrir lo profundo en lo simple, una virtud que sabes como explotar en su justa medida. Siga así, camarada.
    Te mando un gran abrazo.
    Gracias.

    Y felicitaciones por tu aparición en la revista.

    ResponderEliminar
  5. Querido Gus, realmente parece que estar con vos, o vos con alguien es estar entre el infierno y el cielo. Pero no te desanimes, a todos nos pasa esto, desde el momento de nacer hasta el último minuto, un beso.

    ResponderEliminar
  6. Gustavo,
    las cosas más trascendentes, las absurdas, las que marcan, pasan así como una campana...
    Felicidades, te lo mereces.

    ResponderEliminar

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