Llegó con la forma de un ejercito
quemando aldeas y matando niños.
Los hombres fueron muertos sin oportunidades
y también vejadas las mujeres murieron.
No hubo ojos desolados espectando,
ni voces gimientes crepitando en el fuego,
ni cronistas morbosos fotografiando la barbarie,
ni muerte inútil, ni afueras con libertades.
Era la vida el gran suceso inexplicable.
Mientras yo contaba las monedas,
esas pequeñas fracciones de poder
que me permitirían, otro mes, tener un techo.
Muy buena.
ResponderEliminarCada cual en su burbuja, tratando de mostrarla más trágica que la de los demás.