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Agobio


En mis tonterías se destaca la imposibilidad de lograr la calma, en la paz o el destemple de mi cabeza. Anduve con impunidad el camino del egoísmo para que aprendas a no demandar, a que no pidas lo que ya no entendí darte. Consumí los tiempos de la ingenuidad ocupándome en lo devastador de la subsistencia. Ya no puedo entender que vale la pena nada que produzca penas. Ya no puedo entender que es preciso animarse a lo que me consumirá el ánimo, las ganas y por sobre todo la voluntad.

Hoy estoy algo positivo. Entiendo que no puedo sino aceptar con aprecio, lo que me has agasajado, aunque no deba deberte lo que de vos y tus voluntades surgieron. Es verdad, fuiste amable y por demás generosa. No es verdad que te haya pedido nada de eso. No sé si merecí tu atención. Pensalo de ésta forma, me presté a tu juego y creí de verdad que te agradaba darme aquello que ofrecías arengando sobre el gusto de mi recepción.

Si reprochas, desoiré la razón. Si aún reprochas, entonces te volverás muda, quieta, ininteligible. No forzarás mi pulso, no jugaré pulseadas con tu reclamo. Nada te debo, porque nada te he pedido. No me cuentan las cuentas de tu ábaco. Nada te debo porque no entiendo el momento en que me dejaste sin nada, sin vos, sin tu recelo. Estoy extrañado, las garantías fueron escuetas y el desconocimiento cimentó el agobio de éste vacío.

En mi cielo próximo intentaré recordarte.

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